sábado, 16 de septiembre de 2017

El día del ICFES (Crónica)

Por Juliana Rozo 11-5

Llega el día y no sientes miedo, no sientes nervios, no sientes nada diferente a lo cotidiano, no sabes si está bien o está mal, lo único que sabes es que el momento es ahora, no es momento de rendirse, muchos menos de exaltarse es momento de gritar “Yo puedo, es fácil, lo voy a lograr”, es momento de respirar profundo y pensar en todas las cosas buenas que vendrán después de esta, y aunque no es vano resaltar lo importante que es esta prueba tampoco es en vano resaltar que esta prueba no decide quién eres, ni mucho menos tu vida, solo llamémoslo una prueba más de tantas que vendrán.
Luego de tener en cuenta las 5.000 recomendaciones que te han repetido constantemente, te preparas tanto mental, como físicamente pues estas totalmente seguro de que será un día denso, un poco estresante, pero nada del otro mundo, te sientes seguro de ti mismo, de tu esfuerzo, de los tantos días que decidiste prepararte, te sientes lleno de tranquilidad de paz de confianza en ti, y eso te parece bien.



Y el día anhelado, el día de la gran promesa, te levantas tomas 5 minutos para mirar al cielo por tu ventana, y le dices a tu ángel, a tu pedacito de vida que está allí arriba, que te llene de sabiduría, calma, paciencia, y mucha entrega a este tu siguiente paso a la cima, mientras estas en la ducha es imposible que no te de sentimiento, de mirar al pasado por un segundo, y darte cuenta en que hace muy poco solo pensabas en que se te habían perdido las crayolas, y ahora próximo a la universidad, próximo a enfrentarse con el mundo real, con romper la burbujas de cristal de tus papas para estrellarte con lo que venga, porque eso es la vida, un viaje en motocicleta, en el que estas propenso a estrellarte, decides comer algo muy “fitness” no quieres sentirte pesado, ni con malestar. Cuando llegas al lugar de tu citación, hueles el miedo, los nervios, la alegría, el relajo, cada quien toma ese día a su manera, luego de estar allí observando detenidamente a los adolescentes, y adultos que están allí, abren las puertas, entre la multitud estas tu tratando de ubicarte parado al frente del todo y de la nada, ves a un hombre moreno con un cartel con la siguiente placa A2-2205, así que decides hacer la fila a esperar el momento de entrar. Ya en el salón, a minutos de iniciar decides ver a cada persona a tu alrededor, y en eso ves dos caras de los estudiantes, a tu lado derecho una niña de lentes, cabello oscuro, vestida de una manera muy tierna, con un letrero invisible pero gigante que decía “Soy la aplicada”, y al lado izquierdo un muchacho de camisa oscura, cabello largo, y sonrisa pícara con el mismo letrero solo que el de él decía “Todas mueren por mi” o bueno él lo creía así.

Un día antes decides darte tiempo para ti para relajarte para pensar, para calmar tus nervios, pues sabes que hay muchas personas que esperan buenos resultados, y eso te intimida, pues vienen las dudas ¿Y si me va mal? ¿Y si no me aceptan en ninguna universidad? ¿Y si mis papas se sientes decepcionados de mí? ¿Y si, Y si, ¡Y SI¡?...Más que pensar en ti piensas en tu entorno tu familia, tus profesores, en cuanta confianza han depositado en ti, pero aun así respiras profundo y te repites lo capaz que eres.
Aunque en esta parte del camino, me detuve a pensar, y espero de mí grandes cosas, soy consciente de mis conocimientos, y de todo lo que he aprendido en este corto pero muy extenso camino, así que mis expectativas luego de este día son altas, tal vez no espero obtener 500 puntos, pero si algo merecedor de mí, de mi esfuerzo, de mi dedicación, y de mi familia, al pensar en los resultados pienso en mamá y papá su esfuerzo para sacarme adelante a diario, para darme lo necesario, para tener una vida plena, sin preocupaciones, esperan de mi grandes cosas, y no me gustaría defraudarlos una vez más, menos en este pequeño obstáculo.

Al momento de tener la prueba en la mano se te viene el mundo al piso, no sabes qué hacer, cómo empezar, das la vuelta al lápiz, respirar y te controlas, mientras avanzaba la prueba parecía un poco tonta, y sin sentido algunas preguntas te sacudían, otra te dejaban perplejo, otras se hacían extensas y a pesar de que las re leías no les encontrabas sentido, pero otras eran tan incoherentes aun así tu seguías enfocado, concentrado, tu entorno no importaba estabas solo, nadie existía más que tú, el cuadernillo, y el lápiz. Fueron dos sesiones un poco extensas a ratos aburridoras, pero en fin… Cuando llegas a la casa, empieza la incertidumbre, y las ansias para ver los resultados, este puntaje abre puertas y te puede enviar directamente al éxito, aunque si por el contrario no es así tu plan de vida, y tu futuro deseado tendrán que esperar.

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