Llega el día y no sientes miedo, no sientes nervios, no sientes nada diferente a lo cotidiano, no sabes si está bien o está mal, lo único que sabes es que el momento es ahora, no es momento de rendirse, muchos menos de exaltarse es momento de gritar “Yo puedo, es fácil, lo voy a lograr”, es momento de respirar profundo y pensar en todas las cosas buenas que vendrán después de esta, y aunque no es vano resaltar lo importante que es esta prueba tampoco es en vano resaltar que esta prueba no decide quién eres, ni mucho menos tu vida, solo llamémoslo una prueba más de tantas que vendrán.
Luego de tener en cuenta las 5.000 recomendaciones que te han repetido constantemente, te preparas tanto mental, como físicamente pues estas totalmente seguro de que será un día denso, un poco estresante, pero nada del otro mundo, te sientes seguro de ti mismo, de tu esfuerzo, de los tantos días que decidiste prepararte, te sientes lleno de tranquilidad de paz de confianza en ti, y eso te parece bien.
Y el día anhelado, el día de la gran promesa, te levantas tomas 5 minutos para mirar al cielo por tu ventana, y le dices a tu ángel, a tu pedacito de vida que está allí arriba, que te llene de sabiduría, calma, paciencia, y mucha entrega a este tu siguiente paso a la cima, mientras estas en la ducha es imposible que no te de sentimiento, de mirar al pasado por un segundo, y darte cuenta en que hace muy poco solo pensabas en que se te habían perdido las crayolas, y ahora próximo a la universidad, próximo a enfrentarse con el mundo real, con romper la burbujas de cristal de tus papas para estrellarte con lo que venga, porque eso es la vida, un viaje en motocicleta, en el que estas propenso a estrellarte, decides comer algo muy “fitness” no quieres sentirte pesado, ni con malestar. Cuando llegas al lugar de tu citación, hueles el miedo, los nervios, la alegría, el relajo, cada quien toma ese día a su manera, luego de estar allí observando detenidamente a los adolescentes, y adultos que están allí, abren las puertas, entre la multitud estas tu tratando de ubicarte parado al frente del todo y de la nada, ves a un hombre moreno con un cartel con la siguiente placa A2-2205, así que decides hacer la fila a esperar el momento de entrar. Ya en el salón, a minutos de iniciar decides ver a cada persona a tu alrededor, y en eso ves dos caras de los estudiantes, a tu lado derecho una niña de lentes, cabello oscuro, vestida de una manera muy tierna, con un letrero invisible pero gigante que decía “Soy la aplicada”, y al lado izquierdo un muchacho de camisa oscura, cabello largo, y sonrisa pícara con el mismo letrero solo que el de él decía “Todas mueren por mi” o bueno él lo creía así.
Aunque en esta parte del camino, me detuve a pensar, y espero de mí grandes cosas, soy consciente de mis conocimientos, y de todo lo que he aprendido en este corto pero muy extenso camino, así que mis expectativas luego de este día son altas, tal vez no espero obtener 500 puntos, pero si algo merecedor de mí, de mi esfuerzo, de mi dedicación, y de mi familia, al pensar en los resultados pienso en mamá y papá su esfuerzo para sacarme adelante a diario, para darme lo necesario, para tener una vida plena, sin preocupaciones, esperan de mi grandes cosas, y no me gustaría defraudarlos una vez más, menos en este pequeño obstáculo.
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