Hoy he sentido impotencia al vivir en carne propia la discriminación. Es inexplicable esa
sensación al escuchar un NO, acompañado de una frase tan machista y errónea
como lo es “Necesitamos hombres para este trabajo”. Quizá algunas de las
lectoras ya han entendido de que hablo, algunas otras puede que no, y por esta
razón quiero compartir con ustedes la triste situación que enfrentamos muchas
mujeres en la actualidad.
Puede considerarse violencia de género, uno de los
problemas más grandes de Colombia y el mundo, ya que ésta, abarca no solo
maltrato físico sino también daño psicológico provocado por el rechazo. Y
aunque intentemos evitar ponernos mal por esto, nos afecta y mucho. Situaciones
relacionadas a lo ya mencionado generan cuestiones como ¿Realmente soy menos
capaz? ¿No soy apta para lo que me gusta por pertenecer al género femenino?, es
decir: ¿Debo ser asistente y/u ocupar puestos “para mujeres”? Cabe aclarar que
respeto y admiro a todas aquellas damas que cumplen una labor vital en la
familia como lo es dedicarse a ser ama de casa, sin embargo no todas las
mujeres deseamos estar sentadas frente a un computador o una multitud de
documentos, así como tampoco tener hijos y dedicarse completamente a ellos.
Algunas mujeres como yo, soñamos con arreglar automóviles, ser electricistas,
ingenieras y continuar abriendo puertas con el fin de eliminar la absurda
brecha que existe hoy por hoy en el trabajo, pues somos mal pagas, y a muchas
se nos ha negado la oportunidad de mostrar nuestras capacidades por ser aseguran
muchos, del “sexo débil”.
Es increíble tal marginación en pleno siglo XXI, el
problema radica en la historia, es posible observar la discriminación en
distintas religiones (Judeocristiana, Budista, Islámica e Hinduista), o el que
Colombia nunca haya tenido una mujer presidente. Es más, el simple hecho de
escribir o decir las profesiones de forma “masculinizada”, como lo hice en la
anterior frase, suena y parece machista, pues bien podría ser señora
presidenta. Término que ya dio lugar a debates en una academia francesa y hoy
varios países integran la llamada forma gramatical femenina de los nombres de
profesiones. Es probable que muchos de ustedes digan que es una cosa ínfima y
no debería importarnos, pero cambios como este podría ser denominado como una
pequeña revolución en el correcto uso de la lengua.
Un problema aún más grave es que en nuestra casa nos
inculcan ideas que luego resultan problemáticas para nuestro libre desarrollo
de personalidad, (“el hombre trae el dinero mientras la mujer cuida niños y se
encarga del quehacer, o que las niñas deben atender a sus hermanos hombres, que
el trabajo pesado es para el sexo fuerte, entre muchos otros prejuicios que
afectan nuestra integridad y fomentan la inequidad”). Es indignante la
subvaloración del trabajo femenino, que nos subestimen y no se nos tome en
cuenta para trabajos más allá de un escritorio y una buena presentación
personal como “las damas que somos”.
Me gustaría que nos dieran más oportunidades de
trabajo, pues no de trata de quien es más fuerte o quien debe llevar el
sustento a la casa, se trata de personas en general que buscan un empleo en
algo que les gusta, personas que están dispuestas a hacer las cosas bien y a
abrir puertas para que generaciones futuras no se vean tan cruelmente afectadas
por lo que hoy nos sucede a muchas mujeres en Colombia.